En mi salida de hoy al pan me encontré con dos parejas de novios platicando en la puerta de entrada de donde, supongo, vivía la novia de cada respectiva pareja. Digo que debe ser la novia quien vivía en el edificio por ser quien se encontraba más cerca del interior del edificio, mientras que el novio se encontraba más cerca de la calle. Si esa no es una indicación mediante el lenguaje corporal de los roles y circunstancias de una relación entre personas, me como mi sombrero aquí mismo y frente a tantos testigos sea necesario. (Aunque debo pensar que es posible también que los novios se encontraban cerca de la calle porque preferían más el frío del exterior al calor de un edificio, lo cual nos incita a plantearnos preguntas nuevas sobre las relaciones de pareja de hoy en día sobre las cuales no me detendré el día de hoy, o cualquier otro día.)
Una de estas parejas estaba en la puerta de mi propio edificio. Mi departamento, a su vez, es de los dos primeros que se encuentran inmediatamente después de la entrada al edificio, así que cuando las vecinas se encuentran al entrar o salir y se ponen a platicar con un volumen de voz poco discreto, tengo el dudoso placer de escuchar la incesante letanía de quejas y observaciones triviales que compone sus intercambios discursivos. Es decir, me toca chutarme todo el chisme.
Pero no así el caso con esta pareja de novios. No sólo tuvieron el buen tino de decidir entrevistarse en un punto donde serían constantes las interrupciones (como la mía propia al salir por el pan), sino que además platicaban sin hacer escándalo, o al menos con la discreción suficiente como para no haberme percatado de su presencia sino hasta haberlos visto de frente, ya fuera de mi departamento. Por supuesto, es bien probable que sólo se estuvieran despidiendo, y como todos sabemos, las despedidas de novios tienen la tendencia de ser casi tan largas como las mismas citas en las situaciones donde el tiempo apremia y los espacios escasean.
La segunda pareja de novios sólo la vi de reojo, ella se encontraba sentada en los escalones que conducían a la puerta de su edificio y él se encontraba de pie en la acera, aunque a medias, porque las entrada a este edificio se encontraba un poco más al fondo que el nivel de calle. Es decir, estos escalones formaban parte de un pequeño descanso entre la calle y la puerta del edificio, de modo que proporcionaban a la pareja de novios cierta intimidad a las miradas de curiosos sin nada mejor que hacer. Como yo.
De regreso de la panadería sólo encontré ya a la segunda pareja de novios, la pareja que estaba en mi edificio ya no se encontraba en ese lugar o cual agradezco hasta cierto punto, porque es un poco incómodo ser una distracción en los asuntos románticos de la juventud, aún más si se trata de desconocidos.
martes, 31 de enero de 2012
lunes, 30 de enero de 2012
Sobre los cortes de cabello
Creo que pocas en la vida me den una satisfacción tan difícil de explicar como un corte de cabello. Ni siquiera debería ser algo que cueste el más mínimo trabajo explicar porque me gusta tanto, simplemente es porque me gusta verme bien y un corte de cabello es una vía rápida y directa hacia ello. La dificultad aparece allí, cuando alguien se detiene a pensar en la lógica interna de las ideas que le son presentadas como una explicación del mundo que le rodea y se da cuenta, con justa razón, que debería también explicar cómo es que un corte de cabello me hacer ver bien, porque a final de cuentas, cabello más o cabello menos, no podría ser tanta la diferencia. Ese sí que es un callejón sin salida porque no existe una respuesta razonable para semejante cuestión.
Yo no sé qué es lo que determina que una persona se vea bien o no. Tengo por entendido que existen ciertas reglas no explícitas que son las que delimitan en qué punto una persona comienza a verse bien y qué cualidades debe de cumplir para ello, pero este es un tipo de conocimiento intuitivo que no podría poner en palabras sin tener que pensarlo largo y tendido, quizás con la asistencia de algunas botellas de cerveza, porque sólo se me antoja como tema para ser meditado estando borracho. No es algo que me interese en lo particular, porque cambiaría muy poco cómo me relaciono con el mundo poder expresar claramente los elementos del verse bien. La gente que se bien seguiría viéndose así, y la que no, es probable que esté condenada a una vida de verse mal, no porque no existiera manera de cambiar esa situación, sino porque no estaría en mis manos llegar ante un desconocido y decirle, sabe, usted se ve mal, puede cambiar todo esto para verse bien. Aprecio mucho el privilegio de no ser golpeado en la calle.
Si no sé qué es lo que hace que una persona se vea bien, menos sé aún qué es lo que hace que yo mismo me vea bien, en especial porque este juicio sobre mi apariencia va contaminado de todos los prejuicios existentes que poseo sobre mi propia apariencia. Es como mirarte en un espejo contra mirarte en una fotografía, es exactamente la misma imagen que ves en ambos medios, pero en alguno de los dos podrías considerar que te ves mejor, independientemente a todas las circunstancias que podrían modificar tu propia apariencia, como un severo caso de desvelo o una amigable resaca. Lo que es aún el colmo más grande, puede que tu tengas una opinión opuesta por completo a la que tiene el resto del mundo sobre tu apariencia en una fotografía o cómo te ves en un día en particular.
Sin duda esto tiene una explicación lógica que podríamos estudiar con mucho rigor y ayudaría en gran parte a dilucidar el misterio de porqué disfruto tanto de mis aspecto posterior a un corte de cabello, sin embargo, me parece demasiado esfuerzo como para justificar una actividad tan poco relevante. Me basta con disfrutar de no tener tanto pelo sobre mi cabeza, que también podría contar como la explicación más sencilla acerca de mi gusto por los cortes de cabello, pero que en honor a la verdad es insuficiente.
Si fuera el caso buscar una respuesta fácil y cómoda a esta cuestión, no bastaría más que aducir la obligación que todo hombre posee de mostrarse presentable ante el mundo, y si algo hay que distinga a un hombre, es tener su cabello recortado de manera adecuada. Por supuesto esto plantea nuevas cuestiones acerca de qué constituye ser un hombre y si realmente el cabello recortado es un símbolo de masculinidad, así que me conformaré con vivir en la penumbra sobre este tema.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)