martes, 31 de enero de 2012

Sobre los novios y sus puntos de reunión

En mi salida de hoy al pan me encontré con dos parejas de novios platicando en la puerta de entrada de donde, supongo, vivía la novia de cada respectiva pareja. Digo que debe ser la novia quien vivía en el edificio por ser quien se encontraba más cerca del interior del edificio, mientras que el novio se encontraba más cerca de la calle. Si esa no es una indicación mediante el lenguaje corporal de los roles y circunstancias de una relación entre personas, me como mi sombrero aquí mismo y frente a tantos testigos sea necesario. (Aunque debo pensar que es posible también que los novios se encontraban cerca de la calle porque preferían más el frío del exterior al calor de un edificio, lo cual nos incita a plantearnos preguntas nuevas sobre las relaciones de pareja de hoy en día sobre las cuales no me detendré el día de hoy, o cualquier otro día.)

Una de estas parejas estaba en la puerta de mi propio edificio. Mi departamento, a su vez, es de los dos primeros que se encuentran inmediatamente después de la entrada al edificio, así que cuando las vecinas se encuentran al entrar o salir y se ponen a platicar con un volumen de voz poco discreto, tengo el dudoso placer de escuchar la incesante letanía de quejas y observaciones triviales que compone sus intercambios discursivos. Es decir, me toca chutarme todo el chisme.

Pero no así el caso con esta pareja de novios. No sólo tuvieron el buen tino de decidir entrevistarse en un punto donde serían constantes las interrupciones (como la mía propia al salir por el pan), sino que además platicaban sin hacer escándalo, o al menos con la discreción suficiente como para no haberme percatado de su presencia sino hasta haberlos visto de frente, ya fuera de mi departamento. Por supuesto, es bien probable que sólo se estuvieran despidiendo, y como todos sabemos, las despedidas de novios tienen la tendencia de ser casi tan largas como las mismas citas en las situaciones donde el tiempo apremia y los espacios escasean.

La segunda pareja de novios sólo la vi de reojo, ella se encontraba sentada en los escalones que conducían a la puerta de su edificio y él se encontraba de pie en la acera, aunque a medias, porque las entrada a este edificio se encontraba un poco más al fondo que el nivel de calle. Es decir, estos escalones formaban parte de un pequeño descanso entre la calle y la puerta del edificio, de modo que proporcionaban a la pareja de novios cierta intimidad a las miradas de curiosos sin nada mejor que hacer. Como yo.

De regreso de la panadería sólo encontré ya a la segunda pareja de novios, la pareja que estaba en mi edificio ya no se encontraba en ese lugar o cual agradezco hasta cierto punto, porque es un poco incómodo ser una distracción en los asuntos románticos de la juventud, aún más si se trata de desconocidos.

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